MAYO 5 DE 1999, en este día se dió el resultado de mucho trabajo, entrenamiento, esfuerzo personal y de equipo, las experiencias acumuladas vividas en muchas montañas escaladas. «Todo comienza con un sueño» y el mío empezó a los 15 años en las paredes de roca en México en la Coconetla, en El Chico en el estado de Hidalgo y muchas más, viajando después a Yosemite en California, donde escalé por primera vez El Capitán a los 18 años. Y a los 21 años fuí a mi primera expedición al Himalaya, a la pared más grande del mundo, la cara sur del Nanga Parbat, en mi opnión con el mejor alpinista de todos los tiempos, Jerzy Kukuczka, el segundo hombre en conquistar los catorce ochomiles, en primeras invernales, nuevas rutas, y a veces sólo.
En 1987 a los 23 años en una expedición otra vez con Kukuczka llegué a la cima del Shisha Pangma mi primer ochomil, siendo la primera mujer latinoamericana en escalar una montaña de más de ochomil metros, y en ese momento la mujer más joven del mundo en lograrlo. Pero mi pensamiento ante este acontecimiento fue: «¡Hay más montañas y cimas que conquistar y muchas que aún ninguna mujer había escalado!».
En 1988 a cien metros de la cima del Makalu (8 463 m) en Nepal, tuve que detenerme, decidí no seguir, el viento extremo al acercarnos a la cumbre hizo imposible continuar el ascenso. Ninguna mujer en el mundo hasta entonces había pisado la cumbre del Makalu.
Muchas montañas, muchas expediciones, desde el Círculo Polar Ártico hasta Patagonia, de los Alpes en Europa a los Andes en América del Sur, de Norteamérica a los Himalaya, y ahí el EVEREST, la montaña más alta del mundo, por lo tanto un reto para mí también:
En mi primer intento llegué a 98 metros de la cumbre, sufriendo de hipoxia tuve que bajar para salvar mi vida, de permanecer ahí y subir a la cumbre lo hubiera logrado, pero no podría regresar y no estaría hoy aquí, narrando ésta y otras experiencias, aventuras en diversos lugares en el mundo, en las montañas de la vida de todos los días.
Hice un segundo intento en el siguiente otoño sólo unos meses después. Como a 8 200 m mi avance se hizo imposible, partículas de hielo y nieve habían penetrado en mis ojos a pesar de los lentes que llevaba, y no podía ver. La nieve se arremolinaba frente a mí y hacía muy difícil el ascenso, una sensación de desesperación se apoderó de mí, entonces decidí bajar. Sentí un gran alivio al tomar esa decisión. Fué un descenso complicado, la montaña estaba molesta y no quería que subiéramos ni que permaneciéramos ahí.
En 1999 se me presenta la oportunidad de regresar al Everest, acepto el reto y organizo la expedición rapidamente para viajar a Nepal y dirigirme a los Himalaya, y así por tercera ocasión subo a este coloso viejo conocido, después de semanas de aclimatación inicio el ascenso y días mas tarde llego a la cima que años atrás veía a lo lejos a tan sólo 98 metros.
«El viento soplando ocasionaba que la nieve se deslizara sobre las heladas rampas produciendo una especial melodía. Tuve que detenerme y llenar mis pulmones. Una bocanada más de aire, unos pasos más y llegaría a la cumbre, al fin llegaba a la cima del mundo, del Monte Everest 8 848 m, y me convertía en la primera mujer latinoamericana en lograrlo. Un instante maravilloso, tomamos las fotos de cumbre, respiramos el enrarecido aire al quitarnos la mascarilla y los goggles, y después rapidamente empezamos el descenso, había que bajar. Yo volteé a ver la montaña, quería agradecerle la oportunidad de llegar a su cima, ya había desaparecido, estaba envuelta en nubes, nuestro momento terminaba y bajar era lo importante. Que minutos tan sublimes, que especial me sentí y me siento hasta ahora, pisar el lugar más alto del mundo, observar muchas montañas empequeñecidas, el horizonte del mundo visto desde ahí, muchos sueños más por alcanzar»………..editado de mi libro TRIUNFAR AL EXTREMO